Seguramente dentro de muchos años, les diremos a nuestros hijos que disfrutamos del magistral fútbol de Zidane o que vimos a uno de los mejores equipos del mundo liderados por un argentino llamado Leo Messi; yo no. Otros se acordarán de la gran rivalidad y de los duelos espectaculares que hubo entre el Real Madrid de Mourinho y el Barcelona de Guardiola; yo no. Les contaremos a nuestros hijos que fuimos campeones de Europa y tan sólo dos años después del mundo; yo no. Cuando mi hijo me pregunte yo le diré que vi a Raúl González Blanco, que nunca me olvidaré del “Gran Capitán” y que disfruté del mejor jugador español de toda la historia.


La falta de perspectiva histórica ha sido muy injusta con Raúl, dentro de no muchos años, seremos conscientes de las proezas que este jugador realizó durante su larga carrera. El madrileño se convirtió en un símbolo tan grande para este país, que la salida de la selección nacional supuso no menos que en una cuestión de estado. Su profesionalidad tan grande, unido a un amor ciego por la “roja”, hizo que él mismo diera el relevo natural sin levantar la voz y dado ejemplo una vez más de cordura y humildad.
Por todo esto y muchísimo más, yo le diré a mi hijo que hubo una vez un jugador que transmitía orgullo, raza y pasión por sus colores; que hubo una vez que un jugador se convirtió en el mejor de la historia de España a base de compromiso, esfuerzo y profesionalidad; que hubo una vez que un jugador instauró un sentimiento. Le diré que hubo una vez un jugador llamado: Raúl González Blanco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario